Patologías Fibromialgia Es un síndrome de dolor crónico difuso del sistema
musculoesquelético sin datos convincentes de patología en ellos. Se
inicia generalmente en un punto muy definido, como la zona lumbar o
cervical y evoluciona hacia un dolor generalizado en un plazo que
oscila entre meses o años.
Junto al dolor se observa fatiga, cefaleas o migrañas, trastornos del
sueño, hipotensión, ansiedad, depresión.
Puede presentarse junto con artrosis, artritis reumatoidea y patologías
autoinmunes.
La persistencia del dolor puede contribuir a que el paciente evite movilizarse, al aislamiento personal, debilitamiento progresivo e incapacidad
creciente.
Las hipótesis sobre su etiología son:
1- Preocupación excesivamente alta hacia los síntomas corporales.
2- Disminución del umbral de tolerancia al dolor.
3- Alteración de los mecanismos neurales implicados en la transmisión del dolor.
4- Stress.
El hecho de que el dolor sea tan difuso, junto a la observación de que
los pacientes afectados tienden a demostrar niveles bajos de dolor y que
su padecimiento no arroje ninguna prueba específica de laboratorio,
aunque a veces pueden hallarse niveles bajos de cortisol en orina y
disminución de la serotonina, hace muy difícil el diagnóstico de
fibromialgia.
Las repercusiones de esta patología sobre la vida familiar, laboral y
social del paciente son generalmente muy importantes, más aún cuando los
medios terapéuticos no han demostrado eficacia alguna.
Debido a la diversidad de síntomas, el tratamiento es
multidisciplinario.
El ejercicio físico es uno de los pilares del tratamiento. Cuando es
aeróbico potencia la liberación de opioides que favorecen la disminución
del dolor y produce bienestar general. Antidepresivos, analgésicos,
anticonvulsivantes y otras medicaciones son usadas para paliar los
síntomas.
Unas terapias que van adquiriendo cada vez más importancia son la de la
autohemotransfusión con ozono y la cámara hiperbárica, ya que los
pacientes manifiestan una reducción de los síntomas a las pocas semanas
de haber comenzado el tratamiento.
Entre los 40 y 50 años hay un período de transición que puede resultar
especialmente crítico para la persona que tiene que hacer frente a numerosos
cambios personales, profesionales y sociales, previstos o no. En ese momento
pueden surgir sentimientos de pérdida de la juventud. Aparecen los primeros
signos de declive físico, la percepción de envejecer, la constatación de ser
vulnerable a raíz de la enfermedad o muerte de algún familiar o amigo, el
crecimiento y la progresiva autonomía de los hijos, la necesidad de
equilibrar la balanza entre la vida profesional y la personal.
Es una época en la cual la persona valora sus objetivos, sus logros y sus
compromisos. Los deberes familiares se perpetúan, las relaciones
matrimoniales o de pareja se han deteriorado o estancado, las obligaciones
laborales son poco o nada satisfactorias.
Entonces se piensa que la vida no es lo que uno había deseado o proyectado y
esta situación puede llevarlo a plantear la necesidad de un cambio para
recuperar la juventud perdida y aprovechar lo que algunos consideran la
última oportunidad.
Ante tal vivencia hay personas que se atreven a realizar el cambio,
equivocándose o no, sin medir las consecuencias, y otras se sumen en la
insatisfacción, el stress crónico y la depresión, con todos sus trastornos
psíquicos y orgánicos.
Existen estrategias para no naufragar en cavilaciones que muchas veces
no tienen respuestas. Obviamente lo primero que hay que descartar son
las patologías que tienen como uno de los síntomas a la depresión.
Abordaje multidimensional:
Diversas técnicas de relajación adaptadas a cada paciente y sus
circunstancias. Estas se basan en la relajación muscular y
combinación de respiraciones profundas.
Técnicas cognitivas que utilizan una serie de métodos psicológicos
que enseñan a reestructurar el pensamiento. ( de ideas negativas a
pensamientos positivos).
El masaje, la meditación y la hipnosis también tienen buenos resultados
en el stress crónico.
Farmacología específica como ansiolíticos, antidepresivos y hormonas.
La terapia biológica, celuloterapia, medicina ortomolecular y la
quelación son las técnicas más modernas para tratar estos tipos de
trastornos, mitigando los síntomas y mejorando la calidad de vida del
paciente.