Es notable la relativa
frecuencia de artrosis de rodilla en casos de pie plano y en mujeres
obesas. Los síntomas más comunes son entre otros, ausencia de dolor en
reposo, dolor al iniciar la marcha y apoyar la pierna, crujidos audibles que
son escuchados por el paciente.
En la artrosis de rodilla como en la de hombro y de mano, el proceso es lentamente progresivo,
pudiendo pasar inadvertido por un tiempo prolongado, pese a que existen
alteraciones anatomopatológicas marcadas. La enfermedad se manifiesta cuando
aparecen factores irritativos adicionales, presentándose, entonces, los
fenómenos clásicos de la inflamación con dolor, tumefacción articular, calor
local y a veces derrame sinovial.
En la artrosis de
cadera, al comienzo, los pacientes experimentan sensación de cansancio,
tanto en la marcha como en la posición de pie. La movilidad se va reduciendo
gradualmente. El dolor, que al principio, puede aparecer en la ingle,
aumenta progresivamente; ciertos movimientos, como la abducción, aducción y
rotación, están abolidos. La disminución de la movilidad en el período
inicial se debe a espasmos dolorosos de los aductores, glúteos y psoas
mayor. La alteración de la función articular aparece sólo más tarde. El
cuadro clínico puede evolucionar hacia la inmovilidad casi total de la
articulación coxofemoral.
El dolor cede con el
reposo nocturno y mejora en verano y no siempre guarda relación con el grado
de las lesiones.
En estas patologías,
especialmente cuando se presentan con un cuadro inflamatorio, se utiliza el
efecto analgésico y antiinflamatorio del ozono, que se obtiene
gracias al mayor aporte de oxígeno a la sede de la inflamación del tejido y
a la articulación afectada.
El tratamiento consiste
en infiltraciones que se realizan por vía intraarticular, periarticular o
subcutánea en las regiones afectadas.
El tiempo de
tratamiento es de aproximadamente 2 meses., pero en 1-2 semanas el dolor y
la inflamación desaparecen, observándose una total o casi completa remisión.